Sunday, October 30, 2005

Mal pronóstico



Todo indica que, debido al nulo efecto provocado por las bajas temperaturas de anoche, es muy probable que su señora finalmente lo deje, sin que comprenda que todo es culpa de la globalización, sin que le crea que no la engaña, sin que entienda entonces por qué cada mañana se levanta tan temprano con el mismo cuento de siempre: que lo llamaron para una entrevista, que parece que pagan bien, que parece que no piden estudios superiores completos, que se supone que tampoco piden Dicom, cuando en verdad lo único que ha hecho es recorrer todos los cafés del centro, conocer a la negra del Salamandra y quejarse de lo incómodos que son los nuevos paraderos, mientras piensa si para esta tarde habrán anunciado lluvia, tropezándose con los adoquines sueltos y maldiciendo el pronóstico del tiempo que ahora le sobra.

Sunday, August 28, 2005

La lengua de las mariposas



Las mariposas tienen lengua. Con ella, extraen el néctar de las flores, a cambio del cual dispersan las semillas alrededor de todo el ecosistema. Sin embargo, su lengua - llamada probóscide o espiritrompa- posee un tamaño microscópico, aunque cumple una función vital. En la naturaleza, lo inobservable suele ser la fuente de todo lo que vemos, olemos y tocamos; y las mariposas, desde su silencio, regeneran la vida y nos enseñan a callarnos, sobre todo cuando creemos que ya no hay esperanza.

Monday, August 22, 2005

La caída



"El único sacramento ha llegado a ser el suicidio"
Escribió sobre una servilleta el poeta de los rieles.

Aclaración: quitarSE la vida no es la expresión correcta.
Cuando esa tarde te esperé durante más de una hora
y no llegaste
En verdad me quitaste la vida.
Tus dos cristales oscuros se llevaron
todo el aire de mi infancia.

Cuando la edad no era un obstáculo
Quise buscar la inmortalidad en el espejo de la noche
Pero en el fondo de cada vaso descubría una nueva muerte:
La adolescencia ha sido una alegre pérdida de tiempo.


Entonces seguí buscando bajo los restos de un muelle abandonado
Donde encontré un niño jugando entre las rocas
Que me llamó por mi nombre
Y me pidió que lo adoptara.
Su sonrisa de viento otoñal
Dibujó una estrella sobre un peñasco.

Los hijos no te quitan la vida: sólo te la esconden.
El juego consiste en saber dónde
Te la han dejado antes de que crezcan y
te hagan callar.


Para encontrar el vacío sólo basta perder el equilibrio.

Friday, August 12, 2005

Pantalla plana



Aunque en diversos momentos- y por diversas razones- hemos agradecido en verdad la existencia de la televisión, muchos consideran que este medio definitivamente ha trastocado en múltiples ámbitos nuestro estilo de vida. En lo que respecta a los medios escritos, y antes de convertir al televisor en un chivo expiatorio, debemos preguntarnos en primer lugar cuál es el verdadero espacio que le damos a la lectura en nuestras vidas. No olvidemos que la palabra hábito deriva de hábitat,por lo que resulta fundamental, si es que queremos convertirnos en lectores competentes, generar las condiciones físicas más adecuadas para el ejercicio de esta actividad. Cuando vamos al cine, por ejemplo, nadie acostumbra a llevar el diario para leerlo en los momentos más intrascendentes de una película. Del mismo modo, cuando nos disponemos a leer, la presencia de un televisor encendido frente a nosotros, inevitablemente constituye un elemento distractor del cual es muy difícil sustraerse (aunque sea de reojo). Televisión y lectura son incompatibles. Sin embargo, cuando exclusivamente nos dedicamos a hacer zapping, además de "informarnos" y "entretenernos", ¿qué otro provecho podemos extraer de esta adictiva experiencia?Groucho Marx, en una de sus célebres citas, decía lo siguiente: La televisión es educativa. Cada vez que alguien la enciende, salgo de la habitación y tomo un libro. A pesar de los prejuicios, la desconfianza o el resentimiento que este medio pudiese provocar en algunas personas, aún nos queda la duda de si realmente la televisión es un ente masivo que, per se, condiciona nuestro desarrollo social, afectivo e intelectual. Otra interrogante que queda por responder, deriva del hecho de que, con el correr de los años, la pobreza expresiva de quienes participan de este medio (y LÉASE pobreza expresiva, como la falta de vocabulario y una precaria modulación de las palabras), ha levantado una discusión paralela en torno a cómo estamos educando a las nuevas generaciones. ¿Tiene la televisión la culpa de esto? ¿O serán nuevamente las diferencias económicas las que determinan el legítimo acceso a una educación de calidad?. Aunque diversas autoridades políticas, tanto de oposición como de gobierno, coinciden en invertir el contenido de esta última pregunta para convertirlo en enunciado rotundo - a saber, sin una educación de calidad es imposible acortar las brechas económicas y bla, bla,bla-, por lo menos en el plano de la expresividad verbal, tanto ricos como pobres demuestran en promedio las mismas limitaciones. A modo de ejemplo, cito aquí un fragmento de una entrevista a Andrés Benítez, rector de la Universidad Adolfo Ibáñez:
Los empresarios: ¿qué profesionales les piden que formen? R: Cuando convocamos a empresarios y les preguntamos qué deberíamos enseñarles a nuestros alumnos nos dicen: “Por favor, a hablar y a escribir, porque la pega se la vamos a enseñar nosotros”.(...) Hicimos un curso a los estudiantes de primer año para enseñarles a redactar. Los profesores quedaron espantados: no sabían acentuar y tenían graves problemas gramaticales. Hablamos de una universidad de alumnos con el tercer mejor promedio de la PSU y que vienen de los mejores colegios privados. (Rev. Qué Pasa nº 1745, pág.35)
Uno de los fenómenos transversales que inciden en esta situación, es la constante baja en los índices de lectura. Sin embargo, tampoco se trata simplemente de leer más, sino que más bien de leer MEJOR. El estudio internacional de la Organización Para el Desarrollo y la Cooperación Económica publicado el año 2000, concluye que el 80 por ciento de los chilenos no tiene el nivel de comprensión lectora mínimo para funcionar en el mundo de hoy, hecho que a la larga condiciona las posibilidades de obtener un trabajo bien remunerado. Mientras que en Chile aquellos oficios de “cuello y corbata” que exigen niveles de lectura más elevados – y que, por lo general, suelen ser mejor valorado$ por el mercado- constituyen menos de un 20 por ciento, en Suecia alcanzan el 50 por ciento de la población.
En síntesis, los lectores chilenos no sólo deberían aumentar, sino que también PROGRESAR, considerando la gran variedad de destrezas cognitivas que este hábito conlleva. Para ello, es necesario ir superando etapas en la complejidad de los libros que leemos. Según el estudio de legibilidad de los textos publicado por Felipe Alliende González (Santiago, Ed. A. Bello:1994), los factores lingüísticos más relevantes para determinar la complejidad de la palabra escrita son: la densidad del vocabulario, el número de sílabas por palabra, la proporción de palabras no familiares y polisílabas y el número de palabras por oración(1). En un segundo orden, influyen también factores como la legibilidad material (tamaño de las letras, el interlineado, el papel, la tipografía y la longitud), los aspectos pragmáticos, los aspectos sicológicos, la legibilidad conceptual y la macroestructura del texto (2).
Toamando en cuenta dichos factores, un lector realmente competente debería ser capaz de superar progresivamente todos estos obstáculos. Sin embargo, los procesos cognitivos que entran en juego cada vez que encendemos un televisor, no son para nada equivalentes a los procesos que se activan cada vez que abrimos un libro.
La tecnología nunca es inocua. Siempre produce efectos colaterales en el medio ambiente o en la vida de las personas. La construcción de una supercarretera en una localidad apartada, el invento del hervidor eléctrico, los cajeros automáticos o las bibliotecas virtuales, son transformaciones que afectan también nuestras relaciones humanas. Así como McLuhan hablaba de que los automóviles “extienden” nuestros pies, el teléfono, nuestros oídos, y la televisión, nuestra vista, habría que indagar hasta qué punto dichas extensiones han influido en la alteración de nuestros hábitos de lectura.
Cada vez que vemos televisión, nos enfrentamos a un estímulo luminoso repetitivo de miles de pixeles que se encienden y se apagan. Lo que no percibimos, es que somos nosotros, los telespectadores, quienes editamos en tiempo real estos pequeños fragmentos para construir las imágenes que vemos. Esto podría hacernos creer que, en realidad, la televisión nos ayuda a estimular la activación de nuestro sistema neurofisiológico (conclusión que también podría extenderse a los videojuegos); sin embargo, dicha participación tan sólo se remite un acto reflejo, no más inconsciente e involuntario que el movimiento de un engranaje dentro de un reloj, o el de los ojos de un paciente ante la linterna del sicoanalista.
Un trabajo publicado ya hace treinta años por un equipo de investigadores australianos, señalaba que, aunque pensamos que la televisión, como experiencia educativa, puede resultar provechosa para la sociedad, los efectos neurofisiológicos que produce el titileo de la pantalla más bien inhiben el aprendizaje como lo concebimos comúnmente. Según el estudio, la repetición constante de estímulos luminosos genera un estado de trance que no es comparable al de “atención”, sino que al de “distracción”, parecido a soñar despierto o “estar en la luna” (time out). Dicha sobreestimulación afecta sobre todo al hemisferio izquierdo del cerebro, que es el área donde se organizan el lenguaje, el pensamiento cognitivo y la comprensión(3).
Si pensamos sólo en las condiciones de percepción de un campo visual, la televisión nos está acostumbrando a incorporar las imágenes que vemos de una manera cada vez más vertiginosa, lo que hace que muchas personas sean cada más menos tolerantes a permanecer detenidas por más de un minuto en la página de un libro. Según Herbert Krugman, investigador norteamericano aludido en el citado estudio, la palabra impresa en un texto estimula la comprensión de diferencias de contenido, acción que sí puede ser descrita legítimamente como activa. Cuando vemos televisión, en cambio, la respuesta eléctrica básica del cerebro va fundamentalmente sólo hacia el medio que la genera, lo que explica cómo es posible captar sin esfuerzo grandes cantidades de información sobre la que no pensamos en el momento de recibirla.
En consecuencia, no es posible suponer que, tanto el acto de la lectura como el de ver televisión sean perfectamente comparables. ¿Es posible la televisión educativa? Cada vez que se discute este tema, siempre se piensa que el problema de la televisión se centra sólo en las cosas que deberíamos ver, sin considerar que el medio de transmisión notoriamente altera las condiciones en que recibimos dichos contenidos. Aunque existen muy buenas intenciones, por desgracia tanto los programas "chabacanos" como los "culturales" comparten aquí un mismo formato luminoso, centelleante y repetitivo.
En lo que respecta a la educación, si aceptamos que un apropiado aprendizaje debe considerar el entorno global del educando, con el fin de que éste, a partir de sus propias experiencias, pueda desarrollar nuevos conocimientos (la tesis constructivista), resulta discutible incorporar dentro de la enseñanza las experiencias televisivas, al menos en lo que respecta al desarrollo de los hábitos de lectura. La transversalidad de la enseñanza resultará provechosa, siempre y cuando las diferentes áreas de conocimiento no vean bloqueadas sus naturales vías de acceso. De lo contrario, el diálogo intertextual podría llegar a convertirse en un mero reduccionismo epistemológico (la MENTALIDAD TELEVISIVA).
No existe aprendizaje sin esfuerzo. Y la televisión, lejos de representar dicha máxima, nos acostumbra a un contexto de peudoaprendizaje atractivo y liviano, constituyendo una claro ejemplo de cómo se inhiben las funciones más elementales del pensamiento reflexivo.
Además, debido al infalible rating, las "parrillas programáticas" actualmente se estructuran considerando estrictos criterios de mercado, lo que atenta contra la variedad y estandariza los contenidos. Si a esto agregamos la falta de independencia de nuestros canales de televisión, como resultado obtenemos un medio que carece de diversidad, favorece la autocomplacencia, y lo que es peor, nos quita incluso hasta las ganas de leer. Muy bien nos resume esta situación Rodrigo Fresán en un pasaje de su ecléctica novela "Mantra": "Y me preguntarás cuál es la marca de esos televisores muertos que miran los muertos y te responderé (...)que estas pantallas zombis son marca Sonby"
(1)Esto tiene que ver con la repetición de ciertas palabras en un texto. Mientras menor sea la cantidad de palabras reiteradas, mayor será el grado de densidad de vocabulario.
(2)Cfr. VAN DIJK, T.A. La ciencia del texto. Barcelona, Paidós: 1984.
(3)Dicha investigación, encabezada por los sicólogos Merrelyn y Fred Emery en el Center for Continuing Education (Australian National University), concluía además que este acostumbramiento a la titilación continua conlleva a que el cerebro asimile que no está recibiendo información nueva, por lo que virtualmente deja de procesar la información que le llega. Por último, agregan que “mirar televisión está al nivel conciente del sonambulismo”(cit. por Jerry Mander en "Cuatro razones para eliminar la televisión", Barcelona, Gedisa:1981)

Tuesday, August 09, 2005

La ironía como arte



“A la objeción de que las mujeres son valores y no signos, y las palabras signos y no valores, Levi-Strauss responde que, sin duda, originalmente las segundas eran también valores (hipótesis que no me parece descabellada si pensamos en la energía que irradian todavía ciertas palabras)...No soy antropólogo y debería callarme. Aventuro, de todos modos, un tímido comentario: la hipótesis explica con gran elegancia y precisión las reglas de parentesco y matrimonio pero, ¿cómo se explica la prohibición misma, su origen y su universalidad?”
(Octavio Paz- Levi Strauss o el nuevo festín de Esopo)

Escepticismo, reflexión e ironía: tres aspectos que conviven simultáneamente en un texto que aborda temas objetivos, pero que, tanto en el plano de la expresión como en el del contenido, siempre trasunta subjetividad y estilo. Del latín Exagium “acto de pesar (algo)”, el Ensayo consiste precisamente en eso: examinar o someter a juicio los pro y los contra de algún hecho, tema o controversia.
En cuanto a la exposición de los argumentos, no sigue un orden riguroso y sistemático. El punto de vista que asume el autor al tratar el tema adquiere primacía en el ensayo. La nota individual, los sentimientos del autor, sus gustos o aversiones son algunas de sus características, acercándolo mucho más al texto literario que al paper científico. Su carácter intuitivo y asistemático – lo que no implica falta de coherencia o menor profundidad- deja en evidencia no sólo una particular forma de interpretar el mundo, sino que también un estilo propio e inconfundible. No es de extrañar entonces que este género haya nacido en el contexto de la era renacentista, donde los valores del hombre y sus diversas manifestaciones culturales y artísticas, cobran una especial relevancia. Para Montaigne, uno de sus más reconocidos gestores, escribir un ensayo consistía simplemente en “La capacidad de separar tu alma del vulgo y juzgar con libertad sobre las cosas”.
El verdadero ensayista debe demostrar un apropiado dominio de las materias abordadas y buena dosis de cultura general para desarrollar amenamente un tema mediante la exposición de distintos puntos de vista. Por lo tanto, el requisito mínimo para escribir un ensayo, consiste en estar lo suficientemente informado con respecto de un tema para desarrollarlo con la mayor naturalidad y profundidad posible, tal como lo hace aquí nuestro autor citado:

Sobre la Traducción ( Octavio Paz)

Cada texto es único y, simultáneamente, es la traducción de otro texto. Ningún texto es enteramente original porque el lenguaje mismo, en su esencia, es ya una traducción: primero, del mundo no- verbal y, después, porque cada signo y cada frase es la traducción de otro signo y de otra frase. Pero ese razonamiento puede invertirse sin perder validez: todos los textos son originales porque cada traducción es distinta. Cada traducción es, hasta cierto punto, una invención y así constituye un texto único.
El texto original jamás reaparece (sería imposible) en la otra lengua; no obstante, está presente siempre porque la traducción, sin decirlo, lo menciona constantemente o lo convierte en un objeto verbal que, aunque distinto lo reproduce: metonimia o metáfora. Las dos, a diferencia de las traducciones explicativas y de la paráfrasis, son formas rigurosas y que no están reñidas con la exactitud: la primera es una descripción indirecta y la segunda una ecuación verbal.
La condenación mayor sobre la posibilidad de traducción ha recaído sobre la poesía. Condenación singular si se recuerda que muchos de los mejores poemas de cada lengua de Occidente son traducciones y que muchas de esas traducciones son obra de grandes poetas. La razón de la incapacidad de muchos poetas para traducir poesía no es de orden puramente psicológico, aunque la egolatría tenga su parte, sino funcional: la traducción poética es una operación análoga a la creación poética, sólo que se despliega en sentido inverso.
En la prosa la significación tiende a ser unívoca mientras que, según se ha dicho con frecuencia, una de las características de la poesía, tal vez la cardinal, es preservar la pluralidad de los sentidos. En verdad se trata de una propiedad general del lenguaje; la poesía la acentúa pero, atenuada, se manifiesta también en el habla corriente y aun en la prosa.
El poeta, inmerso en el movimiento del idioma, continuo ir y venir verbal, escoge unas cuantas palabras o es escogido por ellas. Al combinarlas, construye su poema: un objeto verbal hecho de signos insustituibles e inamovibles. El punto de partida del traductor no es el lenguaje en movimiento, materia prima del poeta, sino el lenguaje fijo del poema. Lenguaje congelado y, no obstante, perfectamente vivo. Su operación es inversa a la del poeta: no se trata de construir con signos móviles un texto inamovible, sino de desmontar los elementos de ese texto, poner de nuevo en circulación los signos y devolverlos al lenguaje. Hasta aquí la actividad del traductor es parecida a la del lector y a la del crítico: cada lectura es una traducción, y cada crítica es, o comienza por ser, una interpretación.
Para el crítico el poema es un punto de partida hacía otro texto, el suyo, mientras que el traductor, en otro lenguaje y con signos diferentes, debe componer un poema análogo al original. Así, en su segundo momento, la actividad del traductor es paralela a la del poeta, con esta diferencia capital: al escribir, el poeta no sabe cómo será su poema; al traducir, el traductor sabe que su poema deberá reproducir el poema que tiene bajo los ojos.
Traducción y creación son operaciones gemelas. Por una parte, según lo muestran los casos de Baudelaire y de Pound, la traducción es indistinguible muchas veces de la creación; por otra, hay un incesante reflujo entre las dos, una continua y mutua fecundación. Los grandes períodos creadores de la poesía de Occidente han sido precedidos o acompañados por entrecruzamientos entre diferentes tradiciones poéticas. Esos entrecruzamientos a veces adoptan la forma de la imitación y otras la de la traducción.
Los críticos estudian las "influencias" pero ese término es equívoco. Todos los estilos han sido translingüísticos. Los estilos son colectivos y pasan de una lengua a otra; las obras, todas arraigadas a su suelo verbal, son únicas... Únicas pero no aisladas: cada una de ellas nace y vive en relación con otras obras de lenguas distintas.
En cada periodo los poetas europeos - ahora también los del continente americano, en sus dos mitades- escriben el mismo poema en lenguas diferentes. Cada una de esas versiones es, asimismo, un poema original y distinto.
Cierto, la sincronía río es perfecta pero basta alejarse un poco para advertir que oímos un concierto en el que los músicos, con diferentes instrumentos, sin obedecer a ningún director de orquesta ni seguir partitura alguna, componen una obra colectiva en la que la improvisación es inseparable de la traducción y la invención de la imitación. A veces, uno de los músicos se lanza a un solo inspirado; al poco tiempo los demás lo siguen, no sin introducir variaciones que vuelven irreconocible el motivo original.
Febrero de 1975

Por su naturaleza única y por el hecho de constituir el reflejo latente de nuestro mundo moderno, el ensayo ha dado origen a un importante corpus teórico que lo analiza e interpreta.He aquí un listado de referencias acerca del tema:
· Adorno, Theodor W. "El ensayo como forma". Notas de literatura (Barcelona: Ariel, 1962), pp. 11-36. (Escrito originalmente en alemán: "Der Essay als Form". Noten zur Literatur (Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, 1958), pp. 9-49. Cree Adorno que "la actualidad del ensayo es la actualidad de lo anacrónico", pues "se ve aplastado" entre la ciencia y la filosofía. Reflexiona, entre otros aspectos, sobre el "carácter fragmentario" e "impulso asistemático" del ensayo, y lo enfrenta a las cuatro reglas cartesianas.

· Alazraki, Jaime. "Borges: una nueva técnica ensayística". El ensayo y la crítica literaria en Iberoamérica. Editado por Kurt L. Levy y Keith Ellis (Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp. 137-143. El estudio se propone "definir la aportación de Borges al ensayo". En el proceso compara los ensayos de Borges sobre Kafka con los de Ezequiel Martínez Estrada y observa que en Borges, "en sus 'inquisiciones' hay una dimensión imaginativa nueva en el ensayo hispanoamericano". Los ensayos de Borges, pues, se apartan de los "términos de estructura discursiva del ensayo tradicional". Y en "el tratamiento de los temas de los ensayos no difiere del empleado en sus narraciones".
· Alazraki, Jaime. "Tres formas del ensayo contemporáneo: Borges, Paz, Cortázar". Revista Iberoamericana 118-119 (1982): 9-20. Explora tres "direcciones en las que el ensayo hispanoamericano se aventura en formas que lo renuevan como género". Lo hace a través de las obras de Borges, Paz y Cortázar que, "han obligado al ensayo a cruzar sus propios límites". "Borges dispone los materiales de sus ensayos según un modelo más próximo a la narración breve que al discurso ensayístico". "El ensayo de Paz es un ejercicio de reconciliación entre dos géneros—ensayo y poesía". "Los ensayos de Cortázar se aproximan a la novela por su actitud de diálogo".
· Alonso Pedraz, Martín. "Segunda forma: el ensayismo". Ciencia del lenguaje y arte del estilo (Madrid: Aguilar, 1960), pp. 470-472. El estudio consta de tres partes. En la primera incluye un intento, sin mucho éxito de definición del ensayo; en la segunda anota opiniones sobre el ensayo de Ortega y Gasset, Azorín y Unanumo; en la tercera parte incluye, con un criterio un poco caprichoso, listas de nombres de "ensayistas" españoles, hispanoamericanos y filipinos.
· Alvar, Manuel. "Historia de la palabra ensayo en español". En Ensayo (Málaga: Diputación Provincial de Málaga, 1980), pp. 11-43. Estudio sistemático y documentado del término "ensayo" en sus diversos significados, con énfasis en el origen y desarrollo de la palabra ensayo para designar un género literario.
· Anderson Imbert, Enrique. "¿Quién es el padre del ensayo?" Los domingos del profesor (Buenos Aires: Editorial Cultura, 1965), pp. 1-3. Niega que se pueda conceder un origen concreto al ensayo, para lo cual comenta y compara los ensayos de Montaigne con los de Bacon. Para él, el ensayo, "en tanto género abstracto y universal, no existe sino en la cabeza de los profesores. Lo que sí existe son 'los ensayos', concretos, sigularísimos e irrepetibles en la historia de la literatura".
· Bachmann, Dieter. Essay und Essayismus. Stuttgart: Kohlhamer, 1969. 220 pp. Comentarios críticos acerca de diversos ensayistas. Se incluyen fragmentos de ensayos de M. Rychner, R. Kassner, H. Mann, W. Benjamin, H. Broch, R. Musil. Finaliza con un estudio acerca del ensayismo y una bibliografía sobre cada uno de los autores mencionados.
· Baroja, Pío. "Las biografías y los ensayos". Obras completas (Madrid: Biblioteca Nueva, 1948), vol. 5, p. 1108. Habla despectivamente de los ensayos como obras de divulgación carentes de originalidad. Se manifiesta también contra los intentos de considerar el género ensayístico como algo nuevo.
· Benson, Arthur Christopher. "The Art of the Essayist". Types and Times in the Essay. Editado por Warner Taylor (New York: Harper and Brothers Publishers, 1932), pp. 3-12.
· Carballo Picazo, Alfredo. "El ensayo como género literario. Notas para su estudio en España". Revista de Literatura, 5 (1954): 93-156. Es el estudio más completo hasta su fecha. Comienza con una crítica de lo escrito sobre teoría del ensayo, para detenerse en el significado del término ensayo y su desarrollo hasta nuestros días. El resto del estudio podemos agruparlo en las siguientes secciones: reflexiones en torno al ensayo como género literario; análisis del ensayo de Montaigne y su influencia en España; decadencia de la novela y éxito del ensayo; la preocupación por España y el ensayo; el ensayo como respuesta a la circunstancia de nuestro tiempo y estudio del ensayo a través de la obra de Ortega y Gasset.
· Clemente, José Edmundo. El ensayo. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas, 1961. (La obra se divide en dos partes: una introducción teórica y una antología de ensayos. El estudio teórico, pp. 7-32, queda estructurado en tres partes: A) "Qué es el ensayo", pp. 7-15, donde establece diferencias entre el ensayo y la novela, la crítica, la poesía y la filosofía; B) "Breve historia del ensayo", pp. 16-26, que es un desarrollo y evolución esquemática del ensayo con énfasis en el iberoamericano; C) "Teoría del ensayo", pp. 27-32, donde reflexiona sobre la extensión, las digresiones, el estilo y la intuición en el ensayo.
· Crothers, Samuel McChord. The Modern Essay. Chicago: American Library Association, 1926. 37 pp. A forma de introducción y comentando la frase "la lectura con un objetivo", compara diferentes estilos de ciertos ensayistas modernos. No da énfasis al aspecto teórico.
· Chadbourne, Richard M. "A Puzzling Literary Genre: Comparative Views of the Essay". Comparative Literature Studies 20, No. 2 (1983): 133-153. La sección V de este trabajo, páginas 143-145, trata de "The Spanish and Latin-American Essays".
· Dellepiane, Angela B. "Sábato y el ensayo hispanoamericano". Asomante 22, No. 1 (1966): 47-59. Sin detenerse en considerar el aspecto teórico del ensayo, estudia los ensayos de Sábato en su relación con la tradición iberoamericana y europea.
· Díaz-Plaja, Guillermo. "El ensayista y su soledad". Memoria de una generación destruida (1930-1936) (Barcelona: Editorial Delos-Ayma, 1966), pp. 115-118. Reflexión en torno al escritor de ensayos y su situación actual.
· Earle, Peter G. "El ensayo hispanoamericano como experiencia literaria". El ensayo y la crítica literaria en Iberoamérica. Editado por Kurt L. Levy y Keith Ellis (Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp. 23-32. Divide el estudio en tres partes: considera primero "las circunstancias" en los géneros literarios y en el éxito del ensayo iberoamericano en el que se "buscó y se encontró un equilibrio de lo nacional y lo universal". En la segunda parte, que denomina "Definición", es donde expone sus reflexiones teóricas al considerar el ensayo como "la forma más dramática desde el punto de vista del escritor mismo". Este dramatismo "se debe a tres factores fundamentales del género: a) su calidad de autobiografía espiritual; b) su perspectiva de diálogo directo entre autor y lector; c) el predominio de la experiencia sobre la creación, como fin del deber artístico". La tercera parte, "Los ensayistas", son profundas reflexiones desde una perspectiva de conjunto, en torno a los ensayistas iberoamericanos.
· Earle, Peter G. "On the Contemporary Displacement of the Hispanic American Essay". Hispanic Review 46 (1978): 329-341. Es un profundo estudio de la situación actual del ensayo y sobre todo del ensayo iberoamericano. Analiza por qué el ensayo se encuentra en el presente en un estado de letargo, para terminar afirmando que el género ensayístico posee en sí mismo todos los elementos de regeneración que le garantizan una nueva primavera.
· Earle, Peter G. "Meditación sobre una lectura: los ensayos de Ariel Dorfman". Insula 545 (1992): 26-27. Sobre el ensayo como el género menos vulnerable a la tiranía de las teorías literarias que se ven a sí mismas como fin con indiferencia de la realidad del texto.
· Fernández de la Mora, Gonzalo. "El artículo como fragmento". Antología literaria de ABC: El artículo 1905-1955 (Madrid: Editorial Prensa Española, 1955), pp. VII-XXV. Es propiamente un estudio sobre el artículo de periódico. Posee una sección, "Artículos y ensayos", donde establece las semejanzas y diferencias entre el artículo y el ensayo.
· Fischer, Andreas. Studien zum historischen Essay und zur historischen Porträtkunst an ausgewählten Beispielen. Berlin: Walter de Gryter, 1968. 226 pp. Estudia el ensayo a través de la obra de A. Cowley, H. von Treitschke, H. Oncken, T. Macauly, T. Mann, H. Mann y W. Andreas. Posee una amplia introducción, "Überblick über das Gesamtgebiet", y bibliografía. En el último capítulo resume las ideas expuestas en el libro.
· García Gual, Carlos. "Ensayando el 'ensayo': Plutarco como precursor". Revista de Occidente 116 (1991): 25-42. Reflexiones generales sobre precursores del ensayo y algunas de sus características.
· Gide, André. "Presenting Montaigne". The Living Thoughts of Montaigne (New York: Longmans, Green and Co., 1939), pp. 1-27.
· Giordano, Jaime. "El ensayo hispanoamericano de las últimas generaciones". Mundo (México) 1. No. 1 (1987): 73-79. A pesar de su brevedad, presenta uno de los panoramas mejor logrados del ensayo contemporáneo iberoamericano. Sus conclusiones en forma de cuatro proposiciones que caracterizan y proyectan la ensayística actual.
· Gómez-Martínez, José Luis. "El ensayo y su función social". Diálogos 69 (1976): 14-15. Junto a consideraciones teóricas generales sobre el ensayo, se estudia su carácter dialogal, su relación con el periódico y su función en la sociedad actual. Se reproduce en Teoría de la crítica y el ensayo en Hispanoamérica, La Habana: Editorial Academia, 1990, pp. 112-115.
· Haas, Gerhard. Essay. Stuttgart: Metzlersche Verlag, 1969. 88 pp. Divide el libro en ocho secciones: I. El concepto y el término ensayo. II. Historia del ensayo. III. Delimitaciones (problemas metodológicos). IV. Aspectos y formas del ensayo. V. Características principales. VI. Limitaciones. VII. Ensayo y novela. VIII. Ensayo y sociedad.
· Lagmanovich, David. "Un ensayo de Ernesto Sábato: 'Sobre los dos Borges'". Homenaje a Ernesto Sábato. Editado por Helmy F. Giacoman (New York: Anaya-Las Américas, 1973), pp. 275-293. (En la primera parte del estudio desarrolla lo que entiende por ensayo a partir de la definición de Anderson Imbert y de las siguientes "características básicas del género: 1) brevedad; 2) amplio registro temático; 3) aceptación de la digresión; 4) recursos artísticos en la exposición de las ideas; y 5) punto de vista personal". En la segunda parte analiza el ensayo de Sábato.
· Latcham, Ricardo A. "El ensayo en Chile en el siglo XX". Cuadernos Hispanoamericanos 46 (1935): 56-77. Estudio de los ensayistas chilenos más importanes de la primera mitad del siglo XX. No considera el aspecto teórico.
· Loveluck, Juan. "Esquividad y concreción del ensayo". Literatura Chilena 22 (1982): 2-7. Reflexión panorámica y precisa a la vez, estructurada en tres partes: 1. características y definición a través de su "esquividad"; 2. reflexión en torno a la palabra "ensayo" y 3. su conexión con Iberoamérica. Se reproduce este estudio en El ensayo hispánico, Columbia: University of South Carolina, 1984, pp. 29-43.
· Marías, Julián. "Ensayo y novela". Insula 98 (1954): 1-2. Compara el ensayo con la novela y estudia el ensayismo en la novela contemporánea basándose ante todo en la obra de Unamuno. Piensa que "lo normal es que la novela descarrile en el ensayo".
· Marichal, Juan. La voluntad de estilo. Teoría e historia del ensayismo hispánico. Madrid: Revista de Occidente, 1971, 271 pp. (Primera edición, Barcelona: Seix Barral, 1957). Las reflexiones en torno a una teoría del ensayo se encuentran en la introducción, pp. 15-23; en ella se desarrolla el concepto de "voluntad de estilo" y se medita sobre las características del ensayo. Uno de sus puntos primordiales es la consideración de que, "hablando estrictamente, no hay ensayos sino ensayistas".
· Montaigne, Michel E. Oeuvres complètes. Editado por Albert Thibaudet y Maurice Rat. Bruges: Bibliothèque de la Pléiade, 1967. En el ensayo número 50 del libro primero, "De Democritus et Heraclitus", habla Montaigne explícitamente de las características de sus ensayos.
· Nicol, Eduardo. "Ensayo sobre el ensayo". El problema de la filosofía hispánica (Madrid: Editorial Tecnos, 1961), pp. 206-279. Profundo ensayo sobre el ensayo. Considera principalmente las semejanzas y diferencias entre el ensayo y la filosofía.
· Reyes, Alfonso. "Las nuevas artes". Obras completas (México: Fondo de Cultura Económica, 1959) Vol. IX, 400-403.
· Robb, James Willis. El estilo de Alfonso Reyes. Imagen y estructura. México: Fondo de Cultura Económica, segunda edición revisada y aumentada, 1978, 303 pp. Aunque de modo directo sólo hace una somera mención al aspecto teórico del ensayo en la sección "Definiciones y límites", pp. 21-23, de la introducción, todo el libro, y en especial el capítulo cinco, supone un intento de comprensión de lo que es ensayo. Es de especial interés su clasificación de los ensayos, pp. 180 y ss., donde sigue y amplía la de José Luis Martínez.
· Roy, Joaquín. "Cristóbal Colón, periodista". Texto Crítico 6, Nos. 16-17 (1980): 114-134. Estudio profundo en torno a las relaciones entre ensayo y periodismo. Consta de las siguientes secciones: 1. "El ensayo: un género con complejo de inferioridad", 2. "Cohabitación con el periodismo", 3. "La lengua del periodismo", 4. "Cartas, historia, biografía, crónica", 5. "Colón, periodista", 6. "El ensayo y el periodismo en América Latina: diacronía", 7. "Tema y transfiguración del ensayo hispanoamericano".
· Toro, Fernando de. "El laberinto de la soledad y la forma del ensayo". Cuadernos Hispanoamericanos 343-345 (1979): 401-416.
· Torre, Guillermo de. "José Ortega y Gasset: el ensayista literario". Las metamorfosis de Proteo (Buenos Aires: Editorial Losada, 1956), pp. 43-50. Incluye una sección, "¿Qué es el ensayo?" donde, junto a reflexiones varias, éste es considerado como obra de arte. Se basa en los escritos de Ortega y Gasset, pues en él "la parte de creación no es inferior a la parte de reflexión".
· Torri, Julio. "El ensayo corto". Tres libros (México: Fondo de Cultura Económica, 1981), pp. 33-34. Ensayo sobre la "brevedad" del ensayo.
· Uribe Echevarría, Juan. El ensayo: estudios. Santiago: Editorial Universitaria, 1958, 255 pp. Antología de estudios sobre el aspecto teórico del ensayo y su desarrollo en el mundo hispánico. Incluye selecciones de: Julián Marías, Lidia N.G. de Amarilla, Eduardo Gómez de Baquero, Medardo Vitier, Francisco Maldonado de Guevara, André Gide, Alfredo Carballo Picazo, Angel del Río, Pilar A. Sanjuán, Martín Alonso.
· Victoria, Marcos. Teoría del ensayo. Buenos Aires: Emecé, 1975, 151 pp. A pesar del título, el aspecto teórico queda relegado a un mínimo. El libro es más bien una colección de ensayos sobre ensayistas —Luciano de Samosata, Erasmo, Montaigne, Saint-Evremond y Vauvenargues, Rousseau, Taine, etc.—, donde se reflexiona ocasionalmente sobre el carácter del ensayo.
· Woolf, Virginia. "The Modern Essay". Collected Essays. Vol. II (London: The Hogarth Press, 1966), pp. 41-50.