Saturday, April 15, 2006

La verdad de las mentiras II




A pesar de cinco años de pregrado, postítulos y publicaciones sobresalientes, el actual director de un conocido medio de comunicación seguramente se encogerá de hombros como respuesta a esta simple pregunta; ¿Es esto para usted una noticia?:
a) Lector de noticias no paga imposiciones a su nana
b) Perro vago es salvado de matanza masiva
c) Futbolista desmiente supuesto romance con actriz
d) N. de las A.
e) Todas la A.
Lo que es o no noticia, depende mucho más de la decisión del medio que la difunde, que de la relativa importancia del hecho mismo. Aunque resulte quizás de perogrullo subrayar que las noticias que la gente comenta en sus casas o en el trabajo, son el resultado de un hecho visto, oído o leído en la prensa escrita, televisión o radio, dichos medios de comunicación son en verdad quienes pautean nuestros temas de conversación habituales. ¿Con qué criterios se elabora esta pauta? ¿Quién es el responsable de la información que recibimos?
Nuestro director seguramente volverá a encogerse de hombros, queriendo demostrar que sus pergaminos de nada valen cuando se trata de responder con estadísticas a sus superiores, a saber, alcanzando las metas de venta y suscripción establecidas por el directorio. Más que conspicuos lectores, lo que el medio escrito busca son fieles consumidores, que indirectamente atraigan el avisaje necesario para justificar, por un lado, la solvencia del negocio – lo que algunos llaman “línea editorial”-, y por otro lado, la permanencia en el puesto del director. Sin embargo, se nos dirá que, para ser exitosos dentro de la lógica del consumo, no hay nada más infalible que alimentar explícitamente el morbo y el voyerismo de la gente, lo que equivale a priorizar las tragedias del hombre común o las nimiedades del mundo de los famosos.
Lo lamentable no deriva de la aceptación de esta realidad, sino que fundamentalmente se debe a la nula difusión de todas aquellas noticias que se silencian, producto no sólo de esta “lógica de mercado”, sino que también debido a los intereses corporativos dentro de los cuales también deben incluirse, por cierto, las prerrogativas de quienes publicitan en dichos medios. Por ello no es de extrañarse la nula información que existe en torno a denuncias de abusos laborales, y también en lo que respecta a violaciones de los derechos del consumidor por parte de las empresas.
Sin embargo, cuando se apela a variables “de mercado” para explicar la falta de independencia de un medio que necesita de la publicidad para poder financiarse, habitualmente nos vemos obligados a aceptar dicho argumento y también a encogernos de hombros, salvo por un pequeño detalle: el mercado por sí solo, tampoco garantiza equidad ni transparencia; y aunque nos admiremos de la libertad y autonomía conque la "mano invisible" maneja los hilos de la economía, dicha independencia se trata más bien de una libertad vigilada: mientras los nuevos actores que entren en el juego competitivo no pongan en riesgo la hegemonía del grupo dominante, podrán participar respetando los protocolos establecidos. Por ello resulta tan común que en países como el nuestro proliferen los oligopolios, centralizando la “libre” competencia en unos cuantos pocos, o incluso en uno solo dividido en dos o más filiales aparentemente rivales, pero pertenecientes a un mismo consorcio. En la prensa escrita ocurre un caso similar. Según el estudio de un organismo internacional realizado a nivel latinoamericano, Chile ocupa el segundo lugar después de Cuba en cuanto a concentración de la propiedad en los medios de información escrita. Resulta curioso descubrir en esta paradoja cómo el poder del estado y del mercado llegan a ocasionar el mismo efecto: la manipulación de las noticias que leemos. Esta es la verdadera razón por la que el periodismo se encoge de hombros. Esta es la razón por la que nunca estamos realmente "informados para tener opinión".